13/08/2014
Detrás de un contrato de alquiler hay muchas horas de trabajo por parte de los comerciales, mucho tiempo y muchas situaciones vividas algunas dignas de comedia televisiva o de película de miedo.
El trabajo de un comercial tiene ventajas e inconvenientes: comienzan relaciones personales; sufren la lluvia pero también disfrutan del sol entre piso y piso; celebran cada éxito de sus clientes, porque sus logros son los tuyos… y “patalean” por cada operación que no da frutos porque su trabajo de días se esfuma sin rendir cuentas. ¿Qué más puede pasar?
La inquilina fantasma
En una ocasión, unos compañeros del departamento comercial concertaron a una cita para enseñar una vivienda de alquiler a una mujer que necesitaba un nuevo piso. Los compañeros llegaron puntuales y esperaron en el inmueble hasta que llegara la inquilina.
Cuando le abrieron la puerta del portal, los compañeros se recolocaron sus trajes y corbatas y comprobaron que todo estuviese dispuesto para que la inquilina valorase positivamente el inmueble. Abrieron la puerta para esperar adecuadamente a la invitada y escucharon unos pasos subiendo la escalera… pero la mujer nunca llegó. Imaginaos la incertidumbre de los compañeros que, tras esperar sus buenos 15 minutos, decidieron cerrar la puerta, bajar las persianas y convocar otra visita al piso en cuestión. ¿Fue abducida la inquilina? ¿Hay un agujero negro en aquellas escaleras? Nunca lo sabremos…
El frigorífico extraterrestre
Por más que un comercial se empeña en que sus pisos de alquiler son los mejores y reúnen las condiciones idóneas para los inquilinos, en ocasiones se encuentran con elementos que no facilitan en absoluto su labor.
Esta historia es de hace algunos años. Acudieron a revisar un inmueble que les habían ofrecido para gestionar su alquiler y, cuando accedieron al piso quisieron marcharse inmediatamente. Según avanzaban por el pasillo hacia la cocina un olor a putrefacto iba penetrando en. El origen de ese apestoso aroma estaba en el frigorífico.
Evidentemente, nunca se admitió ese piso como idóneo para vivir. Sea lo que fuere que había en ese frigorífico no era de este mundo. Si por ellos fuera hubieran donado aquella nevera a la ciencia; puede que allí se encontrara el origen de lo que tantos años llevan investigando en el Área 51.
"A mí me avala Internet"
Así de contundente se mostró un candidato a inquilino cuando le preguntaron: “¿Quién te puede avalar?”. La pregunta tenía su sentido… no creáis. Un comercial se presentó en una ocasión a mostrarle un piso a un chico. Dentro de su rutina en busca del inquilino perfecto procedió a formularle las típicas preguntas:
— - ¿Qué tipo de contrato laboral tienes?
— - No tengo. ¡Soy inventor!
— - ¿Tienes una empresa o eres autónomo?
— - No. Es que soy inventor.
— - (…) ¿Y tienes alguna forma de demostrar tus ingresos?... ¿Un avalista?
— - ¡Pues claro que tengo avales!
— - ¿…?
— - A mí me avala Internet.
El joven se dedicaba a la profesión peor pagada del mundo: tumbarse en el sofá e intentar encontrar una buena idea. Ni siquiera a los fundadores de Google les fue tan sencillo montar el negocio, y hasta ellos tuvieron que currárselo mucho para poder decir que vienen “avalados por Internet”. Quizá si nuestro “inventor” se hubiera apellidado Page… o Brin se le hubiera alquilado el piso.