10 años, 10 voces

oct.
20
2017

Diez años que han cambiado el mundo  

Publicado por Comunicación Alquiler Seguro


Somos muchos los que pensamos que la crisis financiera que se desató en verano 2007 poniendo patas arriba la economía mundial supuso un cambio de era y la definitiva entrada de la historia de la humanidad en el siglo XXI.  En España, esta catarsis se dejó sentir con especial virulencia en el sector inmobiliario, destapando una de las mayores burbujas que se han conocido y poniendo en evidencia un mercado de la vivienda desequilibrado e ineficaz.

Hasta ese momento, el sector residencial arrastraba una inercia de crecimiento que había arrancado una década atrás gracias a la coincidencia de factores económicos, como la entrada de España en el euro y la consiguiente llegada de dinero barato, con otros sociales, como la necesidad de emancipación de la generación del baby boom y la llegada masiva de inmigrantes.

Aquella situación desembocó en una perversa espiral expansiva sustentada en la deuda financiera de empresas y familias que ocasionó que la producción de viviendas se disparara muy por encima de las verdaderas necesidades del país. Una burbuja que estalla definitivamente en 2008 y cuyas consecuencias son de sobra conocidas: familias incapaces de hacer frente a sus hipotecas, centenares de miles de viviendas vacías a lo largo y ancho de la geografía española y un sistema bancario al borde del colapso y necesitado de un rescate.

Diez años después, cuando la situación comienza a estabilizarse, conviene no caer en la tentación de la complacencia por los buenos datos económicos, especialmente los que arroja el sector inmobiliario. Las cosas van bien y hay que celebrarlo, pero sin olvidar que muchos de los desequilibrios de nuestro mercado siguen sin corregirse. Tal vez, uno de los más graves sea la dificultad del acceso a la vivienda para la emancipación de los jóvenes. Un aspecto donde el alquiler residencial está llamado a jugar un papel decisivo.

De hecho, ya lo está haciendo. Hace 10 años el arrendamiento iba aparejado a la idea de “tirar el dinero”, mientras que hoy es ya una de las opciones prioritarias de acceso a un hogar. La nueva realidad económica surgida tras la crisis ha hecho que cada vez más ciudadanos, especialmente los más jóvenes, se decanten por este régimen en detrimento de la compra. Algunos porque lo consideran la mejor opción personal y otros (no me atrevería a cuantificarlos, pero a buen seguro muchos) porque no pueden obtener la financiación hipotecaria para la adquisición de una vivienda.

Sea por voluntad propia o empujados por las circunstancias, lo cierto es que este cambio de tendencia se ha dado de bruces con una realidad adversa, especialmente en las grandes capitales como Madrid y Barcelona. Y ésta no es otra que, con un mercado residencial claramente enfocado a la compraventa desde hace muchas décadas, la repentina irrupción de miles de demandantes de alquileres ha puesto de manifiesto la ausencia de una oferta lo suficientemente estructurada y profesionalizada de viviendas como para atender sus necesidades. La consecuencia: subida de las rentas y desesperación de muchas personas por encontrar hogares que se adapten a sus necesidades.

España debe afrontar ahora el reto de equilibrar su mercado de compraventa y alquiler. Algo que sin duda pasa por la entrada de profesionales en este negocio. Iniciativas visionarias como la de Alquiler Seguro (¡apostar por el alquiler en 2007!) abrieron el camino a la profesionalización de este mercado en el que la inseguridad jurídica, que tradicionalmente ha generado una legislación excesivamente garantista con el inquilino, ha supuesto un freno para que muchas viviendas improductivas entren en el mercado. Posteriormente, la irrupción de las figuras de las socimis en 2012 (tras el fallido intento de 2009) parecen haber dado el impulso definitivo al sector, atrayendo el interés de numerosos inversores.  Queda pendiente que la Administración Pública lo apoye decididamente.

 

Luis Martín de Ciria

Responsable del suplemento Su Vivienda de EL MUNDO